martes, octubre 03, 2006

Detrás de todo tunero se esconde un pichacorta

Pues sí, amigos, así es. Cualquier psicólogo competente podrá confirmárselo; una de las mayores expresiones de la envidia de pene froidiana es el coche que uno elige. No me culpen a mi si les disgusta la idea, el padre del psicoanálisis moderno, a partir del cual se basan las entrevistas de trabajo, las selecciones de ganado bobuno para GranHermano y hasta los colores de las cintas con las que se atan las cajas de bombones, lo postuló hace ya un puñadito de años. Yo aquí simplemente me limito a darle una vuelta de tuerca a la idea.

Uno sale caminando por la mañana por las plácidas calles de la ciudad y sabe que uno de esos tipos se acerca porque el asfalto empieza a temblar, pero no por el extremo caballaje de sus bólidos, no, eso se guarda para las nenas, lo que se aplica desde primera hora de la mañana es el *chunchunchun* rítmico y monocromo con el que atosigan la urbe. Supongo que debe haber todo un universo discográfico en torno al "tunning" pero estoy seguro de que al igual que todos los demás que se centran en el mundo del coche, sólo comprende cinco discos; y mucho me temo que al menos dos son recopilatorios.

El caso es que seguido por el machacón ritmo, indefectiblemente, aparece un coche al que parece que le haya vomitado un Transformer encima. Accesorios obligatorios son los alerones, las llantas superanchas, los escapes ruidosos y toda clase de pegatinas que, como tatuajes de medio pelo, pretenden "individualizar" la máquina. Los colores más chillones son los favoritos aunque de vez en cuando se encuentran por ahí versiones en tonos normales (que sin duda serán la burla de sus congéneres).

Qué puedo decir de su manía de echar carreritas por las modernas urbes, demostraciones impávidas de la falta de seso que algunos de los especímenes de este experimento froidiano blanden con orgullo y que demuestran que para ellos la evolución no es más que, parafraseando a esos grandes Ortega y Pacheco, pasar de conducir un Ibiza a un León. Esas demostraciones de octanaje y ¿maestría? al volante no dejan de ser absurdas competiciones por ver quién mea más lejos, al más puro estilo neanderthal; sin embargo viene a ahondar más en el grandilocuente problema de la autoestima, ya que para muchos esas carreras vienen a acercarles a Vin Diesel, ese enorme (literalmente) actor que se ha convertido en símbolo de lo que todo tunero aspira a ser: cachas, rompebragas, calvo y dueño de un bólido supersónico, gracias a bodrios infumables como Too fast too furious en sus múltiples versiones y secuelas.

En ningún momento critico, ojito, que a la gente le guste decorar, modificar o perfeccionar su máquina. Únicamente apostillo que, tras la refinada dedicación a un accesorio externo como es el coche, se esconde un enorme complejo de inferioridad. Quienes pretenden tener un coche veloz, potente, llamativo, pretenden exorcizar a través de éste el miedo a que se descubran faltas de potencia, atractivo o fuerza en su interior.

Y es que no hay más que verlos, cuando se bajan de los coches el 90% van cortados por el mismo patrón. "Es la moda" dirán unos, "Es que me gusta ir así" dirán otros, pero el caso es que la mayoría se adhieren a una moda muy concreta y excéntrica que es otro claro ejemplo de su complejo de inferioridad, sin duda buscan la aceptación dentro de una sociedad que respetan y para ello se amoldan a sus pautas y comportamientos. Incluso ellos mismos fomentan que esto sea así, ya que me juego el cuello a que mirarán raro a quien tenga un coche fantástico pero se vista normal, excluyendo al rarito de sus propios conciliábulos y haciéndole el vacío en las reuniones (pese a que todos mirarán de reojo su coche como la gente de la calle haría con el miembro viril de un actor porno en el gimnasio).

Las chicas tuneras, que haberlas haylas, buscan en esa sociedad la aceptación de los guays de turno, nos guste o no se han puesto de moda, y eso siempre hace que haya niñas con ganas de grandes coches alrededor de quien está en la onda, gran noticia esta para los tuneros, ya que pueden superar sus problemas ayudados por estas excelentes y predispuestas enfermeras.


¿Cómo será echar un polvo en un coche tuneado? Es una pregunta que me llena de curiosidad. Seguro que los interiores están pensados para la máxima comodidad, nada de incómodas palancas o complejos mecanismos para mover los asientos; los tuneros avispados tendrán el habitáculo más preparado que la mansión de Hugh Heffner, con su climatizador, humidificador, asientos vibratorios, tapicería impermeable e ignífuga, cristales tintados, y hasta accesorios y juguetes sexuales conectables al encendedor del coche. Un montón de comodidades para que, en el caso de cazar a una moza impresionable, lo suficientemente cabeza hueca para subirse a un coche de 180 caballos y 850 kilos de peso con un tipo a quien le cuesta pronunciar la palabra desoxirribonucleico, ésta se sienta tan impresionada por el maravilloso picadero en el que se encuentran como para que no se fije en el pichurrín. En definitiva, otro montón de excesos que pretenden encubrir las dolorosas carencias del dueño.

En definitiva, esta manía, como tantas otras, no es más que un síntoma de los problemas que el maniático esconde. Todos tenemos nuestras manías y, por supuesto, nuestras taras, y tenemos todo el derecho del mundo a tenerla; ¡qué cojones, ni que ser pichacorta fuera algo malo! Seguro que si todos amueblásemos nuestra linda cabecita como estos afables locos del volante amueblan sus coches el mundo sería un lugar más cabal.