viernes, enero 05, 2007

Subconsciencia inherente

Comenzaba yo unos días atrás a fustigarme por no haber escrito nada en los últimos meses, y, mientras me proponía no proponerme la activación del blog como propósito propuesto por año nuevo, caí en la cuenta de que no es que yo no escribiera con la frecuencia deseada, sino que mi subconsciente, ese pequeño cabrón ignoto que todos llevamos dentro, me impulsa hacia la vagancia más desmedida.

Es curioso cómo funciona el organismo, tenemos una enorme central químico-nuclear controlada por un puñado de directivos que se encargan de centralizar todo el trabajo pesado. Ahí, en ese enorme despacho multinacional que es el cerebro, desarrollan su dura labor el yo consciente, el supraego, el id y un montón de personalidades y características que un sociólogo podría describiros mejor que yo. Pero el mejor de todos, al que menos caso hacemos y que más peligro tiene, es él, nuestro amigo, el subconsciente.

Es, por continuar con la metáfora de la industria, como si tuviésemos en la junta directiva un empleado autista: nadie sabe muy bien cómo es, cómo coño ha llegado a un puesto tan alto ni por qué lleva pajarita, nadie ha hablado nunca con él, generalmente se le mira por encima del hombro mientras camina del ascensor a su puesto y de ahí al microondas o al retrete, siempre en silencio, siempre absorto en sus pensamientos, en el fondo a todos les da un poco de miedo y a algunos, incluso repelús. Lo jodido del asunto es que el resto de directivos de nuestro cerebro le dan las llaves de todo el edificio para que lo controle los fines de semana cuando ellos se van; y ese es el problema, que le hemos dado acceso total a una central quimico-nuclear a un tipo que es un psicópata en potencia.

Cuando menos te lo esperas, el entrañable chico que se pasa las horas muertas después de comer jugando con un cubo de rubick, encuentra las llaves en el bolsillo y decide darse un paseo por alguno de los centros de control más divertidos, y a veces encuentra cosas que le divierten y empieza a pasarse por allí de vez en cuando.

Pongamos por ejemplo las fobias, una de mis reacciones subconscientes favoritas. Situación totalmente anodina de sábado resacoso por la mañana: ves una araña en el suelo del baño. Automáticamente tu yo consciente reaccionaría enviando señales del siguiente tipo: "Artrópodo de pequeño tamaño, probablemente insectívoro, dotado de 8 extremidades motoras; genera construcciones de seda con fines depredadores..."
Sin embargo, en algunos casos, nuestro amigo el autista les tiene miedo a las arañas, y en el momento en el que se recibe el aviso de que estamos viendo una, se pega una carrera hasta el centro neurálgico que le quede más a mano y comienza a sobreescribir las señales del yo consciente con las suyas propias, que suelen ser algo así como: "¡¡¡¡AAAAARGGGHHHHHHH!!! ¡¡Quítamela quítamela quítamela quítamela, que me sube por los brazooooooss!!". Es fantástico cómo una reacción involuntaria del organismo puede hacer que una niña de 8 años te mire con condescendiente superioridad.

Pero claro, las cosas no quedan ahí, el autista no sólo es un cagón que te puede dejar catatónico cuando intentas cruzar un puente o cuando se cierra la puerta del ascensor, resulta que el muy cabrón también es un rijoso de cuidado que te hace proferir las palabras más inadecuadas en el peor de los momentos. ¿Nunca os habéis encontrado en esta típica situación en la que, tras media hora de sesuda disertación sobre el poeta favorito de la chica que llevas un mes acechando cual guepardo de los páramos, ante una pregunta tan simple e inocente como "Voy a la barra, ¿quieres tomar algo?" vuestra boca, por razones que desconocéis ha respondido: "Tetas" con el mismo tono de voz que se pronuncia "Café solo, gracias"? Desconozco si la psique femenina tendrá este mismo defecto, pero estoy seguro que la mayoría de los cromosoma XY que me leen en estos momentos asentirán en sobrecogedor silencio. Pues sí amigos, el culpable de todo es el subsconciente, que llevaba los últimos veinte minutos de la conversación cascándosela con la foto de la chica en cuestión desnuda, esa que se almacena en el disco duro de la imaginación generalmente unos 3 segundos después de conocerla.

Y hay muchas más situaciones en las que el subconsciente nos jode la existencia; ahí tenéis la gente que grita nombres equivocados durante el orgasmo; la peña que siempre pide las hamburguesas completas pero odia los pepinillos; aquel joven alcoholizado que sigue pidiendo cervezas bar tras bar aunque hace tres horas que ha jurado que es la última; los operarios que te ponen gasolina en el coche pese a que les has dicho nítidamente "DIESEL"; los programadores de contenidos de telecinco, que llevan tres años intentando programar algo que no sea Gran Hermano ni Operación Triunfo sin conseguirlo; o tantos y tantos políticos que intentan hacer su trabajo con honradez y profesionalidad; todos, sin excepción, traicionados por el subconsciente.

Así que, amigos, no cedáis a la tentación de permitir a vuestro cerebro guiar los pasos que dáis en stand by, metedle un meneo al autista y activad todas las funcionalidades del cerebro. Yo, por mi parte, prometo darle una patada en el culo y escribir aquí con cierta regularidad (vamos, una vez por semana y me doy con un canto en los dientes... aunque nunca se sabe...)